Como el rey Don Alfonso de Castilla enfermó en Vitoria sufriendo un dolor tan grande que se pensó que iba a morir, y le pusieron encima el libro de las Cantigas de Santa María y se curó.
"Muy gran ofensa hace a Dios, y vive en el error, quien le niega el bien que de Él recibe". Pero el error en que jamás incurriría sería el de no contar el bien que de Él he recibido a través de su Madre Virgen, a la que siempre amé y nada hay que más me plazca que loarla.
¿Cómo no voy a sentir gozo al loar los hechos de esta Señora que me ayuda en los malos momentos, me quita el dolor y me hace muchos otros favores?
Por eso os diré lo que me pasó cuando yacía en Vitoria tan enfermo que todos creían que iba a morir allí y no esperaban nada bueno de mí. Pues me dio tal dolor que yo mismo creí que era mortal y clamaba: "Santa María, ayúdame, y con tu poder extirpa este mal".
Los médicos mandaron ponerme paños calientes, pero yo lo rechacé y, en cambio, hice traer el libro de Ella; me lo pusieron y pronto me calmé. Dejé de gritar y de sentir el menor dolor y al poco tiempo me encontré muy bien, por lo que le di las gracias, que tengo para mí que le disgustan mis males. Cuando ocurrió esto había allí muchos que demostraron gran pesar por mi dolencia echándose a llorar apiñados todos a mi alrededor. Luego vieron la merced que me dispensó esta Virgen santa, Señora de gran prez, y mucho la loaron todos en aquella ocasión abatiendo el rostro hasta el suelo.
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