En los anaqueles de bibliotecas, en las manos del tiempo, duermen historietas olvidadas. Dibujos, textos… ya muy poco visitados por los lectores.
No resultan infrecuentes las historietas geniales pero poco apreciadas, e incluso desconocidas, que por estar fuera de sincronía con los gustos de su momento, o con la disposición de sus contemporáneos para apreciar su diferencia. A veces el efecto es sutil y no implica el desdén o el destierro sino la mera incomprensión por el escaso acuerdo con las definiciones de narrativa gráfica vigente. Ello propicia que se lea como algo que, acaso, no son.
Estas historietas, especialmente atractivas por su cercanía, de los últimos cuarenta o cincuenta años, porque todavía es posible imaginar el contexto en el que aparecieron, asombrase por la persistente ceguera de Ediciones B, porque esas historietas no tienen sucesores: porque las “grandes corrientes del cómic” van por otro lado, y acaso su singularidad, entonces, sea irrecuperable. Uno de los casos más flagrantes es la de Agamenón de Nené Estivill, que no ha merecido una reedición. Las historietas de Agamenón merecerían rescatarse del olvido, reeditarse…
Las historietas de Nené Estivill, finísimo paladín del humor, se asoman a la faceta más ridícula de los tópicos de la vida rural. La cotidianeidad en que se desenvuelven sus personajes, seres en que el lector reconoce de inmediato como corrientes y familiares.
Destapa de manera entretenida- la interioridad tantas veces secreta y siempre absurda de ese problema sin resolver que es nuestra curiosa especie. Cínico, malévolo, con su dosis exacta de sadismo –en el cual parece deleitarse-. Nené Estivill consigue que, desde las primeras historietas, la atención del lector quede prendida hasta llegar al final sorprendente de la peripecia de cada una de ellas... y vuelta de nuevo a comenzar.
Nuestra historieta tiene una historia y en el conocimiento de esa historia radica la llave que permite entender la historieta actual.
Me parece injustamente olvidada la historieta humorística realizada durante los años 40/60 ya que muchos casos siguen estando vigentes pese a los años transcurridos.
Creo que hay en la historieta una especie de manía por lo que está de moda o es políticamente correcto en el momento. Se leen ciertas cosas porque queda bien leerlas. Yo no sabría decir si esto es propio de la cultura española. Parte de la culpa de esto la tienen los editores. Están buscando la novedad, y no se dan cuenta de que la historieta de humor de los años 50/60 es enormemente rica. Se olvidan de ese tesoro inestimable que tienen detrás.
Si yo pudiera hablar con los editores, les diría que podrían hacer una excelente colección con autores injustamente olvidados. Hay muchas historietas que pueden tener una circulación limitada en algunos sectores, pero si se piensa en los lectores en general la cosa es muy distinta”.
No son los lectores sino las épocas (esto es, los lectores de hechos, no de historieta) los que envían al desván las historietas que en algún otro momento fueron notorias. Una época las encumbra, otra las olvida, otra puede aún volverlas a contemplar.
La justicia es caprichosa y su esencia es el derecho a ser injusta. Hasta que los ejemplares sobrevivientes se vuelven clásicos. Son las injustamente olvidadas porque eran muy buenas y ahora para que vuelvan hay que desenredarlos de los anaqueles del olvido.
País amnésico, se diría, es el nuestro. Tal vez no difiera demasiado de otros, tal vez incluso estemos mejor que otros, pero cuando uno ve la manera en que en otras culturas se cuidan las obras de sus creadores, y se compara con el abandono en que dejamos a las nuestras, no se puede menos que sentir pena.
De ahí que sea posible hablar de obras completamente olvidadas que esperan que alguien se acuerde ellas. Y no me refiero a autores menores, sino a autores realmente valiosos, que en cualquier otro país ya contarían con sus buenas reediciones. Pienso, por ejemplo, en la "generación del '40", y quizá más injustamente aún, en los historietistas que surgieron en los 60, que conformaron un grupo sin parangón en la historieta española de la época. La lista de autores olvidados es enorme. Creo que la explicación de esto tiene que ver con un proceso que se ha acelerado en los últimos años, asentado básicamente en la tremebunda invasión de Superhéroes y Manga que padecemos.
Sin embargo, si nos acercamos a la historieta de esos años, no podremos menos que sentirnos fascinados por unas historietas sostenidas por un doble registro: la necesidad de narrar, en clave
de humor y la necesidad de sentirse vivos.
El tema de los "desencuentros" entre la historieta que se hizo en esos años y la que se hace actualmente no es nuevo: sin ese desconocimiento no se producirían los "descubrimientos" de obras y autores, quiero decir, las reediciones de autores olvidados o poco conocidos que sorprenden a críticos y lectores cuando aparecen. Sucede que hay historietistas que uno frecuenta o disfruta, y que por una u otra razón no están ocupando la escena o no forman parte de lo que a los críticos les interesa reseñar.
Un nombre que me parece que ha desaparecido del campo de atención de la crítica y de los lectores en general es el de Nené Estivill, con una obra de primer nivel que tiene personajes como La terrible Fifí y Agamenón.
En la Editorial Bruguera confluyeron varias generaciones de dibujantes. Ambas trajeron a la revista sus propias ideas y obsesiones. Mientras tanto, dieron acceso a una nueva generación que convivió con ellas y que llamaron a la puerta de la Editorial lo que comportó, como espacio propicio, la expresión de estas nuevas presencias generacionales. El relevo generacional implica el acceso significativo de nuevos nombres y edades a la Editorial. Nené Estivill forma parte de esos nuevos nombres que se incorporaron a la Editorial en la década de los 60.
Lejanos quedan ya los tiempos de la primera aparición de Agamenón en la revista Tiovivo. Dibujos y palabras se daban por fin la mano para un objetivo común: entretener.
Nene Estivill nos presenta con Agamenón, una colección de historietas que redefinen el concepto de entretenimiento historietistico alejándole de los insípidos cánones de del tebeo infantil a través de la observación satírica de las costumbres de la sociedad rural. Agamenón posee todo lo que uno espera de una historieta: una sabrosa premisa, una escalada de situaciones hábilmente coreografiada y aderezada de slapstic, geniales personajes secundarios y el gusto impecable por el absurdo. Todo ello puesto al servicio de una historia cuyo tema central son los aspectos de la vida comunal de una pequeña localidad un tanto reacia al progreso tecnológico y social. Una historia en la que uno enseguida se percata de que nos encontramos ante un palpable y encomiable homenaje hacia aquel tipo de vida rural. Mediante un juego de situaciones y personajes, Nene Estivill utiliza el surrealismo como aspecto doméstico, coloquial y costumbrista. No es malo conocer nuestro pasado. En el caso de la historieta española, hay, como en todo, buenas y malas historietas, pero el rescatar unas y otras me parece estupendo. No podemos renegar de nuestra historia, y yo no lo hago. Las historietas españolas de hace 60,50, 40, 30 o 20 años merecen todos mis respetos.
MANUEL LÓPEZ
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