RECORDANDO A MANUEL GAGO
Este autor exhibió la rara habilidad de hacer creíble cuanto nos estaba contando, logrando con lo narrado transportarnos a otros mundos, soñados o imaginados.
Leyendo esta historia que tan maravillosamente concibiera Manuel Gago, no hemos podido evitar el rememorar recuerdos de nuestra ya lejana niñez.
Los lectores de El Guerrero del Antifaz no poseen ninguna duda acerca de la importancia de Manuel Gago como uno de los pioneros del tebeo del continuara.
Por eso, merece la pena echar una ojeada a los inicios de su trayectoria profesional, y de qué manera dicha trayectoria le permitió convertirse en un historietista de reputación, merced a la creación de El Guerrero del Antifaz.
Para ello, hemos de remontarnos a 1943 (1941 según otros), año de la creación de El Guerrero del Antifaz, personaje editado en una colección de cuadernos de idéntico título de la editorial Valenciana, por lo que puede calificarse a héroe enmascarado como la historieta que marcó el verdadero inicio del continuará dentro del tebeo español. En el momento en que Gago inicia la realización del Guerrero, cuenta apenas 18 años.
Presentada en el formato -tan habitual en España en los años 40 y 50- de cuaderno apaisado, la colección fue inicialmente quincenal, pasando luego a semanal a causa de su buena acogida
A nivel gráfico, Gago, vallisoletano de nacimiento, todavía exhibía en aquella época ciertas carencias si bien ya se dejaba entrever las bases de su estilo personal definitivo.
El mejor calificativo que se puede aplicar a sus dibujos es que son narrativos. También son vigorosos y dotados de la imprescindible sensación de movimiento requerida en el tebeo.
Seguirían El Pequeño Luchador, La Pandilla de los siete, etc. y ya en 1950: Purk, El Hombre de
Piedra. Para nosotros una de sus mejores obras. La presencia de elementos fantásticos tales como monstruos, brujos, etc., aportan una cierta innovación dentro del panorama del cuaderno de aventuras en España, en un momento en que este tipo de publicación se encontraba en pleno auge. Por su papel como serie pionera en España dentro del género, Purk, El Hombre de Piedra puede considerarse como un claro reflejo de aquel período de la historia de nuestro mercado editorial que lo consolidaría definitivamente como uno de los mayores autores españoles del tebeo de aventuras. En cualquier caso, no cabe. duda de que figura definitivamente entre los grandes del tebeo español de posguerra.
Pero donde más y mejor lo demuestra es en su obra, por supuesto, porque si bien en el terreno personal nunca hemos tenido ocasión de conocerlo sí que hemos podido apreciar y admirar su arte durante muchos años. Y como se trata de hablar de un dibujante, ¡hablemos de su dibujo! La obra de Manuel Gago es ante todo un espectáculo. Es espectacular por su fuerza, su enérgico y hasta violento sentido del movimiento. En cada viñeta te arrastra la acción sin necesidad de leer el texto
Qué esta narración, para que la historia que se cuenta cobre carta de autenticidad, Manuel Gago se inspiró en una novela de corte histórico: Los cien Caballeros de la Reina Isabel.
Antes mencionábamos algo sobre nuestra niñez. La historia del Guerrero del Antifaz ya la habíamos leído hace muchos años, pero no habíamos vuelto a leerla hasta su cincuentenario.
La historia ya conocida, que apoya el argumento central del Guerrero del Antifaz es la de la venganza y el amor imposible. Este relato nos impresionó de pequeños y ahora nos sorprendió la capacidad que tuvo Manuel Gago para que el Guerrero del Antifaz se lea con la misma vigencia que 50 años atrás. Supo dotarlo de la intemporalidad suficiente como para mantener su vigencia frente al lector que se rinde ante la calidad de una buena historia.
Los ingredientes de la historia procedente de los clásicos folletines de principios de siglo sazonan el producto, dándole el regustillo dramático que tanto apasionaba a un determinado público asiduo a este peculiar y casi siempre interesante autor.
La historia de los primeros cuadernos transmite al lector un estado anímico de soledad. Los diálogos y las diferentes perspectivas monologuistas del personaje son las que nos proporcionan la sensación de soledad, las que consiguen transmitirnos el drama del héroe. Con lo que el tono dramático no resulta frío y ajeno, sino cercano y lleno de detalles que aportan credibilidad a la narración.
Toda la historia en imágenes, sea cine o narrativa gráfica, tiende a presentar unos hechos que empujan el relato hacía adelante. El qué es lo que va a suceder ahora. Toda secuencia que no ayude al desarrollo de los hechos, que no colabore en la evolución de la acción, está de más. Y en esto Gago era un verdadero maestro, nunca encontramos viñetas o páginas gratuitas, fue siempre conciso y directo.
Lo curioso y arriesgado, en una obra tan carismática, estuvo en la forma que fue adoptando Gago, ese aspecto deslavazado, inconexo del dibujo en sus comienzos, academicista posteriormente, para acabar optando por un modelo más barroco. Imaginamos que por la necesidad del dibujante de trabajar de una forma muy rápida que se acabó convirtiendo en marca de autor.
En los diferentes episodios del Guerrero van apareciendo personajes que luego son entrelazados por Gago en muy diferentes relatos (El Pirata Negro, Los Hermanos Kir, La Mujer Pirata, etc.). Aquí, hechos aparentemente desconectados, acaban encontrando su sentido en la historia. Su imaginación, su capacidad de reinventar o de hacernos ver como nuevos relatos tan arquetipos, no deja de fascinarnos.
M. López
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