miércoles, 11 de abril de 2012

Triunfar no es ganar.

Después de 600 horas de clase a lo largo de dos años, suelen quedarse con ganas de repetir curso los alumnos del Máster de Bioética de la Universidad Complutense de Madrid, una anécdota que cuenta Diego Gracia (Madrid, 1941) para ilustrar la complejidad y el interés que despierta la disciplina de la que se le considera una autoridad. La charla que ofrecerá mañana en Donostia, en el marco de los Diálogos de Ética, Humanismo y Ciencia, será pues una invitación a pensar. Defiende el diálogo, la prudencia, la deliberación, que se acepte el punto de vista del otro, valores que escasean en estos tiempos de crisis.


En las escuelas, en lugar de enseñar a deliberar

y reflexionar, se enseña a triunfar.


- ¿Qué valores se ha llevado por delante la crisis?
- Si se analiza la literatura escrita desde el inicio de la crisis, en 2007, destacan dos líneas fundamentales de diagnóstico y tratamiento. Para algunos es una crisis económica y la tienen que arreglar los economistas. Pero si se leen publicaciones éticas y filosóficas, la idea principal es que la crisis parece mucho más profunda. Lo que está en juego son otros valores, no solo el económico. El asunto es si hay más valores implicados, cuáles son y cómo se manejan
- ¿Entonces no solo parece que los valores se hayan esfumado, sino que desconocemos cuáles son realmente?
- Nuestra idea de los valores es una idea muy ingenua. Estamos poco educados en la gestión de los valores. Toda la educación gira en torno a los hechos científicos. Ahora, sobre valores sabemos muy poco, a pesar de que la valoración es un elemento fundamental en la vida humana.
- Sobre los valores se ha reflexionado siempre, desde la Antigüedad. Ha habido dos grandes teorías. Una, la teoría antigua, representada por la obra de Platón. Su tesis, resumida de forma descarnada, es que los valores son realidades objetivas, que hay valores verdaderos que deben imponerse sobre los falsos. En el mundo moderno se ha pasado de ese modelo monolítico a uno pluralista, porque se admiten valores de muchos tipos. Ahora se dice que son completamente subjetivos, o sea, que no se puede discutir sobre ellos porque cada cuál puede hacer o pensar lo que quiera.
- ¿No hay valores universales?
- Las dos teorías son tan falsas la una como la otra. Porque los valores ni son completamente subjetivos ni son completamente objetivos. Sobre los valores se puede razonar y se debe razonar. Una obligación de los seres humanos es que nuestros valores sean razonables: sensatos, prudentes... Además esa razonabilidad hay que aplicarla socialmente. Hay que razonar públicamente sobre los valores. Respecto a si hay valores absolutos, hay más coincidencias de las que parece. Los valores en los que nos pongamos de acuerdo entre todos podrán ser elevados a valores generales y los valores en los que no podamos ponernos de acuerdo habrá que respetarlos en su pluralidad. Pero esto requiere de una educación en valores y en la gestión razonable de los valores, que es lo que falta. Cuando en este país se ha planteado este tema, como fue con la asignatura de Educación para la Ciudadanía, lo que ocurrió es que cada parte quiso imponer los valores que él quiso, en lugar de enseñar a razonar sobre los propios valores.
- Eso se traduce en que cada partido legisla según sus valores.
- Y entonces tenemos el absurdo, por ejemplo, con el tema del aborto, cuya la ley cambia cada cuatro años. Manejamos tan mal el tema de los valores que todos queremos que nuestros valores prevalezcan sobre los demás. Eso no es formar en valores. En las escuelas, en lugar de enseñar a deliberar y reflexionar, se enseña a triunfar. Y debería ser lo contrario.
- - Gestionar, reflexionar, sensatez, prudencia... son términos que no parecen casar con los tiempos que corren. ¿El objetivo no es utópico?
- En parte lo es. Pero en el fondo la educación es siempre utópica, es proponerse un modelo de sociedad justa, pacífica. Ahora mismo estoy leyendo el texto 'La paz perpetua' de Kant en el que dice que la paz exige ser perpetua, porque si no no es paz del todo. Según esta definición, esta paz no ha existido nunca. Pero defiende un ideal de la razón humana, porque hay que proponerse ese objetivo aunque se sepa que no se va a conseguir nunca.
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