jueves, 13 de noviembre de 2014

Maya



Los aéreos picos del Himalaya
se coronan de nieblas oscuras
en cuyo seno hierve el rayo,
y sobre las llanuras que se extienden
a sus pies flotan nubes de ópalo,
 que derraman sobre las flores
un rocío de perlas.

Sobre la onda pura del Ganges
se mece la simbólica flor del loto,
y en la ribera aguarda su víctima el cocodrilo,
verde como las hojas de las plantas acuáticas,
que lo esconden a los ojosdel viajero.
En las selvas del Indostán
 hay árboles gigantescos,
 cuyas ramas ofrecen un pabellón al cansado peregrino,
y otros cuya sombra letal lo llevan
desde el sueño a la muerte.
El amor es un caos de luz y de tinieblas;
 la mujer, una amalgama de perjurios y ternura;
 el hombre un abismo de grandeza y pequeñez;
la vida, en fin, puede compararse
a una larga cadena con eslabones de hierro y de oro.
  Cuando no existían ni el espacio ni el tiempo,
 Maya flotaba a su alrededor
como una niebla confusa,
 . La mujer hermosa, cuando pule el acero
y contempla su imagen,
se deleita en sí misma;
pero al cabo busca otros ojos
 donde fijar los suyos, y si no
los encuentra, se aburre.     
El mundo es un absurdo animado que rueda
en el vacío para asombro de sus habitantes.
     

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