miércoles, 26 de abril de 2017

078 Cantigas de Santa María. Toulouse







Esta es cómo Santa María guardó a un privado del conde de Tolosa de que fuese quemado en el horno, por oír su misa diariamente.
 "No puede recibir muerte infamante aquél a quien guarda la Virgen Gloriosa"
 Por ello, amigos, os ruego que me oigáis un grandísimo milagro que quiero que sepáis, que hizo la Santa Virgen, a fin de que por él podáis comprender cómo es siempre piadosa para con sus siervos.
Y de esto sucedió, y ha pasado ya mucho tiempo, que había en Toulouse un conde muy apreciado, y que éste tenía un hombre por privado suyo, que hacía una vida como la de un religioso.
 Entre otros muchos bienes que él hacía, más que nada amaba a Santa María, así que otra misa no quería oír ni le era grata, sino la suya.
Y otros privados, que con el conde andaban, le tenían envidia y procuraban enemistarlo con él, porque así pensaban tener con el conde una vida más viciosa.
Y, sobre esto, tanto con el conde hablaron, que a aquel hombre lo enemistaron muy mal con él, y de tales cosas lo acusaron, que le mandó dar muerte dolorosa.
Y, para que no se supiese qué muerte le iba a dar, mandó llamar presto a un calero y le mandó encender un gran horno, de leña muy gruesa, que no hiciese mucho humo.
 Y le mandó que, al primer hombre de los suyos que a él fuera llegado, lo cogiese en seguida y, sin demora, lo echase al horno para que ardiese allí su astrosa carne.
Al otro día, el conde mandó al que era calumniado que fuese a ver si había hecho aquel calero lo que él le había mandado, diciendo: "Este camino no te será enojoso."
Y cuando él estaba ya terminando su viaje, halló una ermita que estaba solitaria, donde decían admirablemente la misa de Santa María, la Virgen preciosa.
Y, tan pronto como entró en la iglesia, se dijo: "Esta misa, como quiera que sea, la oiré yo toda, porque Dios me guarde de peleas y de intrigas vanas y revoltosas."
Mientras él oía la misa, bien cantada, supuso el conde que habían hecho ya lo que él había ordenado, y, sin tardanza, envió a otro hombre natural de Toulouse; y era aquel mismo hombre que había armado la intriga, de punta a cabo, y le dijo el conde: "Vete luego, corriendo y comprueba si hizo el calero la hermosa justicia." Corriendo se fue en seguida aquel falso artero y no tomó el camino, sino que por un atajo llegó al horno; y, sin más, el calero lo echó en las llamas fuertes y peligrosas.
 El otro, después de haber oído la misa entera, se llegó al calero y le dijo: "¿Has cumplido la voluntad del conde?" Respondió él: "Si, sin falla; si no, que nunca haya vida gozosa." Entonces se separó del calero aquel hombre bueno, y, por una gran ladera, se tornó a donde el conde, y en su guardarropa, le contó la historia maravillosa.
Cuando el conde vio aquél que llegara vivo ante él, y supo cómo había quemado el calero al otro que a éste calumniara, lo tuvo por cosa espantosa de oír. Y dijo llorando: "Virgen, bendita seas, que nunca te pagas de intrigas ni de envidias; por eso ahora haré que en todas las iglesias sea contado este hecho y cómo eres poderosa."


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