Algunos peregrinos se alojaron en una posada. Mientras estaban ausentes, la casera robó algo de comida de sus provisiones e hizo buñuelos. Trató de comerse un buñuelo, pero su cuchillo le perforó la mandíbula.
Los doctores no pudieron extraer el cuchillo. Cuando la mujer fue a Rocamadour y confesó el robo, un sacerdote pudo quitarlo. Las noticias del milagro se extendieron y todas dieron gracias a la Virgen.
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