sábado, 10 de agosto de 2019

216 Cantigas de Santa María






Ésta es de cómo Santa María se presentó ante el demonio con la apariencia de la mujer del caballero, y el demonio huyó de Ella.
 Quien se confía a Santa María de corazón no es de temer que pueda ser engañado por el demonio. Sobre esto quiero contar ahora un milagro que oí, acerca de una mujer que encontraba gran placer en servir a Santa María y ponía toda su actividad y su esperanza en agradarla.
 Era esposa de un buen  caballero que fue muy rico pero que había perdido toda su hacienda y tenía gran necesidad de recuperarla; dispuesto a lograrlo de cualquier modo, acabó por hacerse vasallo del demonio, que le dijo: Pues sois mío, voy a haceros un buen regalo; traed a vuestra mujer a ese monte, hablaré con ella y os haré enormemente rico.
 El caballero, oído esto, se dispuso a cumplirlo. El diablo, después de que el caballero prometiera llevarle su esposa, le dio mucho dinero, así que el marido se preocupó de cumplirlo diciendo a su mujer: Esposa mía, vas a venir conmmigo a cierto lugar.
 Ella se sintió muy contrariada por tener que salir de la casa, pues era el día de la Virgen, a la que quería servir en una iglesia local, pero el marido no atendió para nada sus razones y se la llevó por la fuerza.
 Por el camino, la mujer vio cerca una iglesia de Santa María y dijo: Quiero descansar allí un rato y luego proseguiremos el viaje. Y en el templo entró y echóse a dormir detrás del altar.
 De detrás de ese altar salió entonces Santa María con tal aspecto que nadie diría que no era sino la mujer del caballero y dijo a éste: Ya es momento de irnos, ¿eh, marido? A lo que él replicó: Si, es hora de ponerse en marcha. Así fue Santa María al lugar en que les aguardaba el demonio.
 Cuando éste vio a la Madre de Jesucristo, gritó al caballero: Me has engañado trayendo a Santa María y reteniendo a tu mujer. A lo que replicó Santa María: Vete, demonio repleto de maldad, que te proponías condenar a mi leal servidora; pero yo trastrocaré todas tus maquinaciones, pues te impediré que puedas ya nunca más perjudicarla.
 Y, volviéndose al caballero, añadió: Has sido un insensato que decidiste adquirir riquezas y bienes por medio del diablo, pero haz penitencia, arrepiéntete y deja lo que él te dio, que no te puede aprovechar. El caballero se despidió muy contento de la Virgen y fue al encuentro de su mujer, a la que contó lo sucedido. Se apartó del demonio y de cuanto le dio y, en adelante, fue Dios quien les dio bienes abundantes.




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