En Portugal, cerca de Lisboa, hay un convento de monjas llamado Chelas. Una vez un capellán estaba cantando la misa allí y mientras estaba consagrando los elementos, una gran araña negra cayó en el cáliz.
El capellán dudó por un momento, pero confiando en la Virgen, bebió el vino, la araña y todo. Tan pronto como hubo dicho la misa, el capellán les contó a las monjas y a la priora sobre la araña.
La priora se alarmó y ordenó que se desangrara, pensando que podría haber sido envenenado. Le hicieron una incisión en el brazo y la araña emergió con vida.
Las monjas se maravillaron del milagro y mostraron la araña a muchas personas.
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