domingo, 11 de octubre de 2009

María ha elegido la mejor parte.

Lucas 10, 38-42En aquel tiempo, entró Jesús en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada
Marta es reprendida por Jesús debido al exclusivismo que se encierra en su queja. A la queja de Marta le sucede lo que tantas veces sucede en nuestras afirmaciones: que fallan no por lo que dicen, sino por lo que niegan o silencian. Lo que la queja de Marta niega o silencia es la actitud reposada de escucha de la Palabra. Y es esta actitud la que Jesús quiere reivindicar cuando le dice a Marta que anda nerviosa e inquieta con muchas cosas siendo así que sólo una es necesaria, la que precisamente está haciendo su hermana María: escuchar.
Y aquí debería terminar el comentario de no ser por una subinterpretación que se ha colado con demasiada frecuencia: preeminencia de la vida contemplativa sobre la activa y calificación sólo de la primera como de estado de perfección. El apoyo quiere verse en las últimas palabras de Jesús: María ha escogido la mejor parte. ¿De dónde ha salido el comparativo mejor? El texto original no compara, simplemente reivindica lo que se quiere negar: María ha escogido la parte buena. No olvidemos que se trata de un diálogo, con todo el colorido y la riqueza de matices que tienen siempre los diálogos. Jesús le dice a Marta que su hermana está en la dirección buena. Y nada más. Es decir, no opone la contemplación a la acción, ni dice que la contemplación sea más perfecta que la acción. Pienso en tantas Martas que trabajan duro gracias a su actitud contemplativa y de escucha, pero a las que, en base al texto de hoy, se las discrimina y desclasa. Mi simpatía y admiración por ellas, en nombre precisamente de este texto. Ellas son a la vez María y Marta.

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