miércoles, 16 de noviembre de 2011

El caballero de la rosa




Aún tratándose de una obra menor, posee elementos de interés y a su realización no le falta habilidad. Dicho la anterior podemos plantearnos ¿merece la serie unas líneas recordatorias?
Nuestra respuesta es que sí.
Pensamos que cualquier tebeo de nuestra posguerra merece unas líneas aunque solo sea por el sentido peyorativo que se le daba - y aún hoy se le da- a la historieta autóctona, por eso es mucho más meritorio el trabajo de estos autores, que dentro de las limitaciones a las que se veían obligados, fueron capaces de legarnos obras como: El Guerrero del Antifaz, El Cachorro, El Capitán Trueno y un muy largo etc., dada la imposibilidad de citar a todas cuantas merecen un puesto de honor en la historia de nuestra historieta.
Desde sus primeros tebeos se podía ya vislumbrar que nos encontrábamos ante una de las personas más creativas de la llamada escuela Valenciana y por ende de nuestra historieta.
Desde sus primeros tebeos se podía ya vislumbrar que nos encontrábamos ante una de las personas más creativas de la llamada escuela Valenciana y por ende de nuestra historieta.
Es notable observar el grado en que Leopoldo Ortíz consiguió madurar su grafismo desde «El Príncipe Pablo” hasta “Audaces Legionarios” o “Bengala”, esta última, a nuestro entender, su trabajo mas logrado. L. Ortíz además de un dibujante brillante, es un narrador excepcional.
Dosifica sus ingredientes para mantener la tensión en todo momento. Las peleas son todo lo entretenidas que cabe esperar y las tramas paralelas puntúan bien la acción. Unido a esto, encontramos al autor preocupado por la planificación. L. Ortíz posee un dibujo limpio, aparentemente sencillo y con un dominio estimable de la anatomía humana. Tanto los movimientos como las diferentes posturas las resuelve con soltura.
Por lo que nos resulta imperdonable como incomprensible el silencio tejido en torno a las innumerables virtudes de este autor.
Las características del trabajo de L. Ortíz en “El Caballero de la Rosa no difieren en

demasía de las de sus posteriores trabajos, hay autenticidad y vigor en las ilustraciones.
Autor de dibujo, como ya hemos dicho, limpio, aparentemente sencillo y con un estimable dominio de la anatomía humana, narrativamente es más que correcto, con algunos magníficos ejemplos de inventiva visual, que confieren un especial atractivo a la serie. No hay nada que entorpezca la facilidad con la que corre la narración con ritmo corre con ligereza.
Leopoldo Ortíz fue posiblemente uno de los autores más regulares del panorama historietístico español de posguerra. El Caballero de la Rosa, es una historia que se lee de un tirón que, quizás debido su precipitado final resulte algo endeble su argumento para la artillería narrativa utilizada.
Sabido es que no siempre el aplauso popular acompaña a los productos que en principio reúnen una serie de características que les hace merecedores de ello. El que el tebeo apaisado por aquellos años fuera el dueño absoluto del mercado, quizá influyera su formato (vertical) el que su éxito no fuera todo lo multitudinario que hubiera sido de esperar, máxime si tenemos en cuenta que gráficamente es muy superior a dos de sus obras precedentes en formato apaisado y que si tuvieron una muy buena acogida por parte del publico lector: Terciopelo Negro o Carlos de Alcántara.
No obstante, el intentar analizar las posibles causas hoy en día, resultaría algo realmente complejo.
En definitiva, podemos hablar de un tebeo entretenido, que se lee de un tirón, que tiene suficientes atractivos como para hacerlo recomendable.


Manuel López

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