La llave se ha convertido en símbolo de cualquier cosa que nos concede acceso a otra : las matemáticas son la llave para penetrar en las restantes ciencias , el dinero es la llave para obtener cualquier favor , el código es la llave para descifrar un texto.
Otro tanto ocurre con la figura de la puerta : abrir una puerta a la esperanza es suscitar una posibilidad favorable , poner puertas al campo es empeñarse en limitar lo que no admite límites , abrir a alguien la puertas del alma es confiarse a él por completo . De la idea de espacio pasamos fácilmente a la idea de tiempo, y decimos que el verano está en puertas o que alguien se halla a las puertas de la muerte . El dios Jano tenía dos caras, una mirando al pasado y otra mirando al futuro , por lo cual era considerado en Roma como portero responsable de abrir y cerrar los años : de Jano deriva janua (puerta) y januarius (enero) . Lo que aquí importa es recordar que toda puerta tiene, como Jano, dos caras , hacia dentro y hacia fuera, y que toda casa debe cumplir un doble cometido : hacia dentro como protección y haia fuera como mediación.
El simbolismo de la llave y de la puerta resulta inagotable. Una puerta abierta o cerrada puede significar perspectiva o plano ciego, presencia o ausencia , incluso declaración de inocencia o de culpabilidad. En ls dos posiciones contrarias de la puerta late un principio de discriminación entre aquellos que merecen ser acogidos o rechazados.
Nadie tiene la puerta de su casa tan abierta como Dios, nada ni nadie es tan accesible como Él. Nadie lo ha buscado sn encontrarlo. Más aún , nadie podría buscarlo si no lo hubiera encontrado ya, puesto que el hecho de ir en su busca supone ya una gracia divin , una forma de presencia divina. Decimos buscar a Dios, pero en realidad por extraño que parezca , es más bien Dios quien busca al hombre. En su casa de Küsnacht mandó Jung grabar en piedra estas alabras : Vocatus atque non vocatus, Deus aderit. Llamado o no llamado , Dios acude siempre y se presenta en todas las casas. " Mira que estoy a la puerta llamando; si uno me oye y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos " (Ap 3, 20). Nunca se ha dicho nada tan glorioso para el hombre y para la casa.
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