martes, 4 de noviembre de 2014

Oscurece . . .

 
 
 
 
 
Oscurece . . .
 Por los ojos pasan el caballo, el carro,
el hombre, el niño,
 evocados en paisajes aldeanos,
 bajo cielos que con su semblante plácido
hechizan  la sabia mirada de las pilas
sentadas alrededor del agua
con el aire sufrido de las sirvientas viejas.
Oscurece . . .
Y el olor acompaña  a las imágenes.
El cielo huele a cielo, el niño a niño, 
el campo a campo, el carro a heno,
el caballo a rosal viejo, el hombre a santo,
las pilas a sombras, las sombras a reposo
 y el reposo del Señor a ropa limpia...

Oscurece. . .
 Las sombras borran el  pensamiento,
relación luminosa de partículas de polvo
que nadan en un rayo de sol.
En las pestañas tiemblan las lágrimas
como  últimas llamitas en el carbón .
Ella  sueña en  sonrisas de ángeles,
arrodillada en su celda,
con la azucena y el cordero místico.

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