viernes, 25 de septiembre de 2015

Camino de Compostela. Eloy Vázquez



Camino de Santiago

Durante muchos siglos, hombres y mujeres de todas partes del mundo han abandonado sus hogares para ponerse en camino hacia un santuario o un lugar de peregrinación. De la misma manera, durante siglos cristianos de toda Europa han recorrido grandes distancias al encuentro de la tumba del apóstol Santiago. Hoy en día, el camino ha tomado un auge que trasciende el ámbito cristiano, muchos recorren sus sendas sin un motivo claro de fe, pero para todos se convierte el camino en una profunda experiencia espiritual, el camino “toca” al peregrino. El que la mayoría de los que emprenden el camino no tengan motivaciones religiosa, lejos de ser un problema es una gran ventaja, los que llamamos “alejados” tienen una ocasión privilegiada e única de encuentro y cercanía a lo religioso. Todos caben en el camino…
EL CAMINO, UNA OPORTUNIDAD El camino de Santiago es una experiencia personal, porque cada uno sale con lo que es, lo que tiene, a recorrerlo; cada uno se pone en marcha con sus interrogantes y sus deseos, con sus energías y capacidades, con su fe y sus problemas y espera encontrar algo para su propia situación. En el camino se vive una experiencia que deja huella y que transforma desde dentro, se está abierto, con los ojos, el oído y el corazón, para dejarse transformar por él.
EL CAMINO, EXPERIENCIA DE LO SAGRADO En le camino el tiempo y el espacio son distintos, porque son sagrados. Lo “sagrado” es lo contrario a lo profano, a lo cotidiano, porque nos recuerda la presencia de otra dimensión, más profunda, más esencial, de nuestra vida; lo sagrado es lo habitado, espacio y tiempo de encuentro con nosotros mismos, con los demás y especialmente con Dios. Es más, esa presencia callada, velada pero constante de Dios nos pone en las condiciones más adecuadas para encontrarnos con nosotros mismos y con los demás. En el camino nos acercamos a los demás como compañeros y hermanos peregrinos, nos brota desde dentro el deseo de escucharles, servir, ayudar y colaborar… Ponerse en camino exige una actitud fundamental de fe, abandono y de confianza para dejarse guiar por el Espíritu.

El peregrino, pienso, es el que sale en busca de una meta determinada. El hombre no nace en la plenitud de su ser. Por eso la llamada a la peregrinación le ayuda a salir hacia metas nuevas y mejores. Podríamos decir que un peregrino es un soñador realista, porque hay muchos soñadores que se pierden en sus propias fantasías, pero que no se ponen nunca en camino de verdad. En cambio el peregrino por una parte es soñador: desea algo distinto de lo que es y de lo que tiene; pero, por otra parte, es un realista; busca, pregunta, hace lo posible para conseguir realmente lo que desea. Prepara su mochila, estudia los caminos y se pone en marcha, no se queda solo en deseos ineficaces. Un peregrino es un hombre o una mujer que se arriesga. Se arriesga porque deja todo lo que tiene antes de conseguir lo que busca.Entre el dejar la comodidad de la propia casa y salir de Valcarlos, de Roncesvalles o desde la puerta de su casa y llegar a la meta, hay un tiempo intermedio donde se cumple la condición histórica del hombre, peregrinar. Tiene que comenzar dejando lo que tiene, antes de alcanzar lo que desea y esa situación de despojamiento, de pobreza, de inseguridad, de fuerza, de perseverancia, de tenacidad, es la condición propia del peregrino. El peregrino tiene que tener la fortaleza de mantenerse firme en la inseguridad del camino, gracias a la fuerza de la esperanza, gracias a la confianza de su deseo, se siente capaz de vencer los obstáculos y de llegar solo hasta la meta de sus deseos, porque es un realista, se enfrenta con las dificultades reales, que son la distancia, el sol, la lluvia, el frío y el calor; en la Edad Media eran los ladrones, enfermedades, etc.… El peregrino tiene que ser fuerte y saber lo que es sufrir, aguantar, superar dificultades en sus carnes, con fuerza de su espíritu. Ahora bien, una persona que se pone en camino no es inmediatamente “peregrino”, lo es cuando se incorpora personalmente, espiritualmente. Con esta condición de peregrino hay muchas maneras de empezar la experiencia. Si llevas contigo todas las comodidades, todas las relaciones, todas las dependencias del lugar de origen, si vas con todas estas comodidades, como las de tu propia casa, entonces no eres verdaderamente peregrino. En definitiva, se es peregrino cuando se va dejando dominar, ganar, configurar cada vez más por la meta del deseo.


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