Esta es cómo Santa María apareció de noche en el mástil de la nave que iba a Bretaña y la libró de peligro.
"Mucho debemos amar con nuestras voluntades a la Señora que nos libra de cuitas y tempestades."
Y de esto mostró la Virgen, en el mar de Bretaña, donde hizo una maravilla tan grande como no la puede mostrar otro santo, cuando fue a librar una nave en la que iba multitud de hombres para buscar su provecho, por lo que todos luchamos.
Y como singlaban por el mar, tal fue su riesgo, que se levantó gran tormenta, y se hizo oscura la noche, sin que nada les valiese, ni saber ni cordura, y todos creyeron morir, sabedlo de cierto.
Cuando vieron tal peligro, gimiendo y llorando, se pusieron a rogar a los santos todos, llamando por su nombre a cada uno de ellos, rogándoles que viniesen a socorrerlos, por sus piedades.
Cuando tal oyó un abad que en la nave iba, díjoles: "Tengo para mí que hacéis una gran locura, que vais a rogar a otros santos, y a Santa María, que nos puede librar de esto, es a la que no mentáis."
Cuando esto oyeron decir a aquel santo abad, entonces, todos, con unánime voluntad y corazón, llamaron a la Virgen Santa, Madre de la piedad, que les valiese y no reparase en sus maldades.
Y decían: "Señora, válenos, que la nave se hunde."
En diciendo esto, miraron, como es costumbre, al mástil, y vieron sobre él una gran luz que alumbraba mucho más que otras claridades.
Y después que esto se les apareció, se calmó el viento, y el cielo vieron claro, y el mar amansado, y llegaron pronto al puerto que deseaban, lo que les satisfizo, no tengáis duda.
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