viernes, 27 de enero de 2017

058 Cantigas de Santa María





Esta es cómo Santa María disuadió a una monja de irse con un caballero con quien se proponía marchar.
"De muchas maneras nos guarda de mal Santa María, tan leal nos es."
Y de esto un milagro voy a contar, tal como lo sé, que hizo Santa María a una monja, -según lo he hallado escrito- que le dio una gran prueba de amor.
Esta monja fue muy hermosa y observaba cuanto está en la regla y lo que place a Santa María lo hacía siempre y puntualmente.


Pero el demonio, que de ello tuvo pesar, se movió tanto para hacerla errar, que la llevó a que se pagase de un caballero, que maquinó de suerte que con él se fuese de cualquier manera y que la tomaría por mujer, y le daría cuanto fuese necesario, y le propuso ir a un corral del monasterio, y él la esperó allí. 
Pero, entre tanto, la dueña se adormeció y vio una visión que la estremeció con pavor mortal.
Porque aquella vez se vio sobre un pozo estrecho, y hondo, y más negro que la pez, y el demonio que la había hecho llevar allí, quería echarla en el infernal fuego donde oía más de mil voces de gentes y veía atormentar a muchos y, con el miedo, se le partía el corazón, y clamó:
"Señora, váleme Santa María que eres Madre de Dios, porque siempre quise cumplir tus mandatos, y no mires mis pecados, que tu bien nunca falta."
Cuando esto hubo dicho, vino a aparecérsele Santa María, y a reprenderla diciendo:
"Que venga a socorrerte aquel por quien me dejaste, que a Mí no me compete."
Esto dicho, un diablo la empujó adentro del pozo, y ella gritó por Santa María, la Reina noble, espiritual, que la sacó de él. Cuando estuvo fuera, le dijo así:
"Desde hoy no te apartes de Mí ni de mi Hijo, y si no, aquí te volveré, y no habrá remedio."
Después que esto pasó, se despertó la monja, temblándole el corazón; y con el espanto de aquellas visiones que había visto, se fue luego a un portal donde halló a aquéllos con quienes conviniera el fugarse, y les dijo:
"Mal quise errar, por dejar a Dios por hombre terrenal. Pero, si Dios quiere, esto no será, ni me verá ya fuera de aquí ningún hombre; marchaos que no quiero los paños ni el brial. Y, mientras viva, nunca tendré otro amador, ni otro amor quiero sino el de la Madre de Nuestro Señor, la Santa Reina celestial."



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