Esta es cómo Santa María curó al hijo de una mujer al que habían llagado de muerte sus enemigos. "Aquélla a quien sirven los celestiales bien puede curar mortales llagas."
De esto hizo un gran milagro Santa María de Salas, en favor de una mujer que tenía mucha confianza en Ella y la servía, poniendo cirios ante su altar.
Tuvo un hijo al que amaba más que a nada, y siempre lo encomendaba a Santa María y rogaba por él para que se lo librase de desgracias y de males.
Y falta le hizo, porque un día lo llagaron mal, de tal manera que lo despedazaron y le dieron descomunales golpes.
Cuando oyó esto su madre, la pobrecilla, con cuita tan grande que por él tenía, se fue por él muy pronto y se lo trajo de prisa a su casa y lo puso en unos soportales.
Y lo miró y lo vio como deshecho por las muy grandes llagas y tan maltrecho; se las vendó todas, de cualquier manera, con paños de lino y con sus cendales y lo encomendó a la gloriosa Santa María de Salas, preciosa, que lo sanó luego como piadosamente sueleElla hacerlo en tales casos. De manera que las llagas que estaban vendadas quedaron luego juntas, sanas, curadas y bien cerradas, que ni aparecían las señales.
Antes de que llegase el alba del día, le dijo a su madre que lo desatara porque estaba ya sano y que lo mirase; y ella lo hizo luego y halló todas las llagas iguales y sanas, y por ello dio loores a la bendita Señora de los señores que muestra tan grandes amores a los suyos, y más a aquellos que le son leales. Luego, madre e hijo se pusieron en camino, y fueron a Salas y allá contaron este milagro; y todos alabaron a la Virgen por ello y ya seguirán alabándola.




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