Un hombre de Aragón sufría de cálculos renales. Tenía tanto dolor que no podía comer, dormir ni hacer nada más que llamar a la Virgen. Había consultado a varios médicos, pero no lo ayudaron.
Fue a Salas a orar a la Virgen. Él le pidió que pasara por alto sus malas acciones. Se despertó y encontró en su cama una piedra renal tan grande como una castaña. Elogió a la Virgen
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