lunes, 22 de junio de 2020

261 Cantigas de Santa María




Una señora convocó a un obispo santo y fue a escucharlo predicar. Aunque nunca lo había conocido antes, lo reconoció de inmediato.
 Ella hizo su confesión y le dijo que siempre había querido ver y rendir homenaje a hombres y mujeres santos. Le aconsejó que se quedara en su habitación, ayunando y esperando. La señora hizo lo que el obispo le había ordenado, y al noveno día, vio a una multitud de personas caminando de ventana en ventana en un rayo de luz, como si fuera un puente.
La mujer, queriendo saber quiénes eran, preguntó al primero en la fila. Él respondió que eran mártires y ángeles acompañados por Cristo y su madre. Lloró y le pidió a Jesús y a la Virgen que la llevaran con ellos. Entonces ella murió.
El obispo, al escuchar la noticia, fue a su habitación donde encontró su cuerpo. Emitía un olor más agradable que las especias de Ultramar. El obispo hizo escribir el milagro y alabó a Jesucristo y a su madre.






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