Oscurece . . .
Por los ojos pasan el caballo, el carro,
el hombre, el niño,
evocados en paisajes
aldeanos,
bajo cielos que con su semblante plácido
hechizan la sabia mirada de las pilas
sentadas alrededor del agua
con el aire sufrido de las sirvientas viejas.
Oscurece . . .
Y el olor acompaña a las imágenes.
El cielo huele a cielo, el niño a niño,
el campo a
campo, el carro a heno,
el caballo a rosal viejo, el hombre a santo,
las pilas a sombras, las
sombras a reposo
y el reposo del Señor a ropa limpia...
Oscurece. . .
Las sombras borran el pensamiento,
relación luminosa de partículas de
polvo
que nadan en un rayo de sol.
En las pestañas tiemblan las lágrimas
como últimas llamitas en el carbón .
Ella sueña en sonrisas de ángeles,
arrodillada en su celda,
con la azucena y el
cordero místico.
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