Único superviviente de once hermanos, nace en el seno de una familia pobre. A los 7 años, por una meningitis mal tratada, pierde un ojo y gran parte de la vista del otro, hecho que marcará toda su vida. Recibe lecciones de solfeo y guitarra en Segovia, y a los trece años pasa dos breves temporadas aprendiendo del gran maestro de la dulzaina de la época Angel Velasco, dulzainero de Renedo (Valladolid). A los catorce años se ganaba ya la vida como dulzainero, y ésta fue su profesión durante las dos primeras décadas del siglo XX. Contrajo matrimonio el 12 de diciembre de 1917 con Isabel Gilmartín Rodríguez, hija de Leonor Rodríguez, maestra por entonces del barrio de San Marcos de Segovia y posteriormente de Madrona. De este matrimonio, nació una hija, Blanca Marazuela Gilmartín, que falleció a los 4 meses de edad en febrero de 1919. En 1932 ingresó en el PCE. Ese mismo año publicó una de sus obras más importantes, Cancionero de Castilla la Vieja, con el que ganó el Primer Premio del Concurso Nacional de Música Folklórica. Cuatro años después, las Juventudes Socialistas Unificadas le encargaron seleccionar los grupos folclóricos que actuarían en la Olimpiada de Barcelona de 1936 (la "Olimpiada roja").2 Por encargo del Gobierno de la República acude a la Exposición Internacional de París, en 1937, como director de grupos folklóricos españoles. Al iniciarse la guerra civil española, escapó de Salamanca a Madrid, donde con los hermanos Barral organizó las milicias segovianas que defendieron Madrid, bajo el mando de Emiliano como Comisario.3 Pasó gran parte de la posguerra en distintas cárceles de Madrid, Burgos, Ocaña y Vitoria. En 1964 publicó su Cancionero de Segoviano.4 Fundó la Cátedra de Folklore y la Escuela de Dulzaina en Segovia.
ORÍGENES DE LA JOTA
La jota es una danza española extendida por gran parte de la geografía de España. Varía según las regiones, aunque la jota de Aragón, la jota castellana, la de León, la de la Comunidad Valenciana, la de Navarra y La Rioja, la «montañesa» de Cantabria, la de Asturias, la de Galicia, la de Extremadura, la de la Alta Andalucía y la de Murcia son quizás las más conocidas y populares. Entendida como representación escénica, la jota se canta y se baila acompañándose de castañuelas y los intérpretes suelen ir vestidos con trajes regionales. En Valencia, antiguamente, se bailaba la jota en la ceremonia de los entierros. También se bailaba —y se baila— en Cataluña, y especialmente en la zona de las Tierras del Ebro (Amposta, Tortosa, etc) y en el Campo de Tarragona (jota fogueada).1 También en Canarias las jotas y rondallas con características peculiares eran la parte del folclore más destacada, hoy día un tanto desplazadas por la protección hacia otros estilos más autóctonos. No obstante, en las islas existe la isa, una pieza musical que deriva de la jota.
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