Aunque fue de santuario en santuario en busca de curación, no se curó. Se encontró con unos peregrinos que regresaban de Santiago y le contaron los milagros realizados por la Virgen en Vila Sirga.
Llorando, la mujer noble juró ir allí. Ofreció muchas velas en el santuario y se acostó frente al altar, rezando a la Virgen para que la sanara.
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