Fue `cocinero antes que fraile´. O al revés. Siendo sacerdote, le atrajo tanto la genética que hoy es experto mundial en la materia. Científico de cabecera de los últimos Papas, su cruzada contra el creacionismo le ha reportado el premio Templeton. Charlar con él es una lección de sabiduría.
Las paredes de su despacho en la Universidad de California están cuajadas de recuerdos que resumen de un vistazo la carrera de su inquilino: desde las fotos con Clinton o Bush en el Despacho Oval hasta una copia de la última carta escrita por Darwin, que cuelga debidamente enmarcada. Pero ese universo de memorias sólo es un aperitivo de su currículo. Francisco Ayala (Madrid, 1934) se licenció en Física en la capital; estudió Teología en Salamanca, donde se ordenó sacerdote dominico, y, seducido por la genética y la evolución, cruzó el charco para doctorarse en la Universidad de Columbia. Nunca volvió. Su laureada carrera –es doctor honoris causa en 15 universidades– se la debe a descubrimientos como el origen de la enfermedad de Chagas y de la malaria y el llamado `reloj molecular de la evolución´. Pero su cruzada más apasionada es la que ha librado en EE.UU. defendiendo a los darwinistas contra los abanderados del diseño inteligente, la versión moderna del creacionismo. Y siempre tendiendo puentes entre religión y ciencia, aunque, por norma, él nunca habla de sus propias creencias. Su labor le ha hecho merecedor del premio Templeton, el galardón científico mejor dotado del mundo: un millón de euros, que ya ha dicho que donará. Alto, delgado, no aparenta sus 76 años. Se disculpa porque después de 49 años en EE.UU. –es ciudadano americano desde 1971– le cuesta cambiar el chip del inglés al español. Pero habla con precisión científica, tanto que, cuando cita a un colega, corre hasta su biblioteca (impoluta) y rescata la obra en cuestión, como si escribiera con el gesto .
XL. ¿Por qué el creacionismo sigue teniendo tantos seguidores en Estados Unidos?
Francisco Ayala. Históricamente, este país fue fundado por cristianos fundamentalistas llegados de Inglaterra y Holanda. Se establecieron en el sur y la gente de buena fe aceptó una creencia que sigue viva. Al inicio del curso universitario, yo solía impartir una clase de introducción a la biología ante 500 alumnos. Al terminar, tenía una cola de 20 chavales de 18 años. Todos me decían lo mismo: «En el examen escribiré lo que usted diga, pero yo soy católico y no creo en la evolución». Entonces, los invitaba a que resolvieran la duda con su cura. Volvían a clase encantados después de escuchar la explicación del párroco, porque se puede aceptar la presencia de Dios sin aceptar el creacionismo.
XL. ¿La teoría de Charles Darwin sigue íntegramente vigente 150 años después?
F.A. Sabemos cien veces más que Darwin; sin embargo, el uno por ciento que él descubrió sigue siendo la clave. Su gran avance fue explicar el diseño sin diseñador. La objeción típica de los fundamentalistas es que cómo puede ser irrefutable una teoría que nadie ha visto. Y yo contesto: ¿quién ha visto un átomo o la Tierra girando alrededor del Sol? Nadie. Y, pese a eso, la copernicana y la atómica son dos teorías aceptadas porque la ciencia corrobora sus principios observando las consecuencias.
XL. Usted dice que hay quienes utilizan la Biblia como un texto de primaria, ¿por qué?F.A. Leer el Génesis como un texto científico es una barbaridad científica y religiosa. Quienes dicen eso parece que nunca han leído el segundo capítulo, que contradice el primero al sostener que «macho y hembra los creó Él al mismo tiempo», en lugar de crear a la mujer a partir de la costilla del hombre. ¿Qué narrativa es la verdadera? La interpretación literal de la Biblia se autodestruye.
XL. Sin embargo, usted discrepa con el científico Richard Dawkins, que mantiene que la ciencia debe ser un vehículo para deshacerse de la religión.
F.A. Cuando era un desconocido, Dawkins me pedía que escribiera en sus libros. Ya no lo necesita. Somos amigos, pero lo he criticado muchas veces y en público. Él y el filósofo Daniel Dennett dicen que sólo la ciencia tiene sentido. Y eso es tan extraño como quien encuentra todas las respuestas en la Biblia. La ciencia no explica la estética o los valores espirituales y morales. Si yo tengo que describir el Guernica, de Picasso, puedo hablar del tamaño del lienzo, de los trazos o de los pigmentos, pero esa descripción no desvela su significado. Las dos explicaciones coexisten porque ninguna es suficiente.
XL. ¿Somos tan perfectos que la evolución es innecesaria, como dice el creacionismo?F.A. Al revés. Nada está bien hecho. Nuestro ojo, por ejemplo, está mal diseñado. El nervio óptico se forma dentro y tiene que cruzar la retina para llegar al cerebro. Por eso tenemos un punto ciego. Los calamares y los pulpos tienen un ojo parecido, pero sin ese defecto. Yo suelo decir que ésa es la prueba definitiva de que Dios quiere más a los calamares que a nosotros, pero hay más ejemplos. Nuestra mandíbula no es suficientemente grande para los dientes, por eso nos sacan las muelas del juicio. Si fuera obra de un ingeniero, ya estaría despedido. Y el canal de natalidad provoca que el 20 por ciento de los embarazos termine en aborto espontáneo. Eso son 20 millones de abortos anuales debidos al mal diseño del sistema reproductivo. Atribuirle a Dios las imperfecciones de la evolución es una blasfemia. La ciencia lo libera de eso.XL. ¿Cuál es el reto con mayúsculas de la biología evolutiva en los próximos años?F.A. Para mí lo más interesante es descubrir cómo las señales eléctricas y, en especial, las químicas se convierten en conceptos, ideas, deseos o gustos dando un sentido unitario al ser humano. Es lo que yo llamo `la transformación de cerebro a mente´.
XL. ¿Sabemos hacia dónde está evolucionando el Homo sapiens?
F.A. Es impredecible. Aunque la evolución biológica sigue ocurriendo, es insignificante para la vida actual porque ya no adaptamos nuestros genes al ambiente, sino al revés. Hemos colonizado Siberia o Alaska sin variar nuestra fisiología, pero hemos creado la temperatura necesaria gracias a la ropa o la vivienda. Y no tenemos alas ni branquias, pero volamos mejor que los pájaros y navegamos mejor que los peces. La evolución cultural ocurre en una escala de años, la biológica se da en miles de generaciones.
Publicado en la revisat XL semanal.
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