Dibujantes e historietistas como Ibáñez, Vázquez, Schmidt, Raf, Peñarroya, Segura y tantos otros fueron definiendo una forma de hacer cómics totalmente identificable. Un clan formado en una editorial radicada en Barcelona y que existía desde 1910, pero que a partir de finales de los años 50 comenzó a crecer y se convirtió en una auténtica factoría de cultura popular. No sólo con los tebeos: la ingente publicación de novelas, las colecciones de libros de bolsillo de novela negra o ciencia-ficción, las revistas de información juvenil o los clásicos de la literatura para chavales, provocaban un verdadero dilema a la hora de gastar la paga del domingo.
Pero son sobre todo los tebeos, desde 'Din-Dan', 'Pulgarcito' y 'DDT' a 'Tio Vivo', 'Mortardelo' o el 'Lily' que entusiasmaba a las chicas, donde creció la identidad única de una serie de personajes inolvidables: Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Pepe Gotera y Otilio, Rompetechos, Pitagorín, Anacleto Agente Secreto, Las hermanas Gilda, la Familia Cebolleta, Doña Urraca, la Abuelita Paz, los personajes de la mítica casa de 13 Rue del Percebe.
Casi todos ellos han quedado para la posteridad como iconos, trascendiendo su propia personalidad y convirtiéndose en arquetipos de la conducta humana: el despistado Rompetechos, el listillo Pitagorín, el abuelo narrador de batallitas de los Cebolleta, los chapucerillos Pepe Gotera y Otilio, se pueden identificar hoy mismo en cualquier esquina. También la clásica picaresca española y las apreturas económicas del ciudadano medio, con ecos de la posguerra, eran aprovechadas por esos dibujantes que dejaban todo el protagonismo para sus personajes.
A destajo
En los años 60 y 70 la producción de tebeos era a destajo, con varias revistas semanales, álbumes con aventuras monográficas y, sobre todo en los 80, gordos tomos recopilatorios de las miles de páginas publicadas anteriormente.
Como ocurría en el Hollywood de los años 40 y 50, la editorial funcionaba como un engranaje en el que los dibujantes se adaptaban al estilo que fue definiendo la editorial, pero su carácter artesanal no aniquilaba el talento, la personalidad y el ingenio de cada uno de ellos, renovado semana tras semana. Entregaban sus historietas por un precio establecido (y no precisamente alto) sin apenas conciencia de la categoría artística de lo que estaban haciendo, sin conservar la propiedad de los originales, y sujetos a la supervisión de 'El Jefe', que podía dictaminar que un dibujo o un guión no funcionaba y había que hacer otro sin cobrarlo. Un trabajo de oficina, sobre el que ironizaban los dibujantes en sus historietas, y que sin embargo no minaba el espíritu efervescente, delirante y entusiasta que brotaba del descacharrante producto.
En esas historietas no sólo había humor y chiste: eran una auténtica radiografía de la sociedad, de las grandezas y miserias del ser humano común, elaboradas con sencillos pero dinámicos dibujos, y con riqueza de lenguaje: los juegos de palabras, los dobles sentidos, los refranes y las ironías eran fundamentales en ese humor tan sencillo como inteligente.
Ibáñez es hoy el más conocido de todos aquellos dibujantes, entre otras cosas por la trascendencia de sus personajes, como Mortadelo y Filemón, Pepe Gotera y Otilio o los habitantes de 13 Rue del Percebe. Pero Ibáñez ha dicho más de una vez que el mejor era Vázquez: «Creo que Vázquez es el mejor historietista de humor que hay en España. No es el mejor dibujante, sino historietista, no confundamos. Por lo menos, a mí, sus personajes son los que más me van: las hermanas Gilda, Angelito, Anacleto, Cebolleta...».
Manuel Vázquez (Madrid, 1930-Barcelona, 1995) que también creó a La Familia Churumbel, Los cuentos de Tío Vázquez o La Abuelita Paz, era el más especial, capaz de convertirse en autor y en personaje al mismo y en fusionar su vida real con una leyenda alimentada por él mismo, pero también por quienes le rodeaban.
Su propio hijo, Manolito Vázquez, dice que «hay que ser humorista nato para conseguir eso, para reirse de uno mismo como nadie. Y de eso sabía un rato largo. De siempre, su personaje favorito fue él mismo».
Y el propio Manuel Vázquez hablaba así de su trabajo: «Para dibujar en humor no valen técnicas especiales. Además, cuanta menos técnica, más suelto queda, más espontáneo y más gracioso. Tampoco me gusta hacer un guión y luego dibujarlo. Lo importante es partir de una idea simple y arrancar; luego, el final, lo resuelves en dos o tres viñetas. Lo importante es la acción, no el chiste del último cuadro». Esa fue su forma de proceder a lo largo de más de cuatro décadas de trabajo incansable para Bruguera.
Todas estas declaraciones están recogidas en el libro 'Los tebeos de nuestra infancia. La escuela Bruguera (1964-1986)', de Antonio Guiral, publicado en 2008 por Ediciones El Jueves, un repaso minucioso a los años dorados de la editorial, magníficamente documentado e ilustrado.
Una época de tebeos escelente e irrepetible por desgracia. Una época y unos dibujantes q con su trabajo nos hicieron felices a muchos. Afortunadamente en la actualidad aún podemos disfrutar de muchos de esos tebeos.
ResponderEliminarSaludos
Aquí en México se publicó Mortadelo y Filemón a través de Editorial Bruguera que tenía presencia como tal en la decada de los 80, entre sus páginas se agregaban las historietas de Zipi y Zape, Pocolonche, Angelito y La terrible Fifi.
ResponderEliminarSobretodo las aventuras de MyF me dieron muchos momentos de diversión, por eso es muy interesante conocer más acerca de las personalidades que además de Francisco Ibañez regaron su talento humoristico en las páginas de editorial Bruguera.
Gracias Hasieran.
Frank