miércoles, 7 de octubre de 2015

011 Cántiga de Santa María






Conocemos las Cantigas de loor de Nuestra Señora del rey Alfonso X el Sabio a través de los cuatro diferentes códices que de las mismas se conservan. No se trata propiamente de un códice más tres copias del mismo, sino de cuatro códices muy diferentes entre sí. El primer manuscrito, denominado Toledo –códice To– por haber pertenecido al Archivo Capitular de dicha catedral, y que hoy hallamos en la Biblioteca Nacional de Madrid, contiene un centenar de cantigas, probablemente compuestas por el monarca antes de ser proclamado rey.
 El segundo manuscrito se encuentra en El Escorial, adonde mandó trasladarlo Felipe II desde Sevilla. Es conocido por la signatura T.I.1. –códice T– y contiene un total de 193 cantigas, recogidas o elaboradas durante la época de los viajes del rey por Castilla, Murcia y León, cuyos santuarios marianos son mencionados en las mismas, además del de Nuestra Señora de Salas, de Huesca, el de Montserrat, y otros; y del extranjero, los famosos de Nuestra Señora de Soissons y de Rocamador, muy citados en las colecciones francesas de milagros mariales. A este códice se le denomina códice rico por su singular valor por la valiosísima información histórica y de todo género que aporta con títulos e historias en 210 de sus láminas que contienen un total de 1.262 miniaturas. Inicialmente la obra iba a estar concluida con un segundo volumen, rotulado e historiado con miniaturas como el anterior, destinado a recoger otras doscientas cantigas, cerrando así la colección marial del rey Alfonso. Éste era el destino del manuscrito F –códice de la Biblioteca Nazionale de Florencia–, que acontecimientos graves en la vida del rey castellano dejaron en un conjunto de páginas sueltas y deslavazadas, en un proyecto apenas iniciado. El proyecto definitivo que recogía el total de las cantigas mariales del rey Alfonso se concretó en el manuscrito E –códice B.I.2. de la Biblioteca del Monasterio del Escorial–, denominado códice de los músicos porque cada diez cantigas muestra una miniatura con músicos con los más variados instrumentos de su época en las manos. La motivación del rey para realizar diferentes copias de las cantigas pudiera estar en un deseo de dejar una copia en los más importantes santuarios marianos de su devoción, o, tal vez, dada la gran movilidad de su corte, en poder disponer de un ejemplar en los lugares más destacados en los que recababa el rey, como Toledo, Sevilla y otros, y poder rezar con ellos. Su veneración y estima por los códices de sus cantigas es tal que en una de ellas, la 209 en concreto, narra cómo se curó de una grave enfermedad porque pidió que le colocaran encima el libro de las cantigas .


  






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