domingo, 8 de mayo de 2016

026 Cántigas de Santa María




Os contaré, si me escuchais, la historia de un juicio que hizo Santa María en el caso de un peregrino de Santiago. Este romero iba de buena voluntad a Santiago de Compostela; pero, antes de emprender su viaje, cometió un pecado: tuvo relaciones con una mujer sin haberse casado con ella. Después, el mezquino, sin confesarse, se lanzó al Camino. En seguida el demonio se le apareció, tomando la forma del apóstol Santiago con la intención de engañarlo. El demonio le declaró, «Peregrino, estoy despagado de ti. Has pecado. Yo te ofrezco la salvación; te ofrezco una manera de evitar el lago de fuego del infierno, donde ciertamente sin mi ayuda caerás. Pero antes, harás lo que te digo: elimina el agente de tu mal; has de cortarte el miembro que te hizo pecar.»

 El peregrino, que sin duda pensaba que era Santiago aquel que le ordenaba esto, cumplió con todo lo que mandaba: convencido de que obraba bien, se cortó el miembro masculino. Muy pronto cayó muerto en el camino. Sus compañeros, cuando lo encontraron frío y sin vida, huyeron para que no se les acusara de la muerte. Luego vinieron los demonios para llevarse, sin tardar, el alma del muerto. Estando en esto, tuvieron que pasar ante una muy hermosa capilla de San Pedro. De allí salió Santiago de Compostela diciendo: «Ay, falsos, no podeis llevaros el alma de mi peregrino. Lo engañasteis con mi semblanza. Gran traición hicisteis. Y, como falsamente ganasteis esta alma, muy poco tiempo la tendréis si Dios me ayuda.» Los malos diablos respondieron: «Hablas en vano Santiago. Estamos seguros de que esta alma no puede venir ante Dios, pues con sus propias manos se ha matado.» Santiago declaró, «Hagamos esto: Como no nos podemos poner de acuerdo vosotros y yo, apelemos, sin más demora, a un juez intachable, a la sin par Virgen María.»
 Cuando se vieron ante Santa María, cada parte expuso su argumento y demandó su derecho. El juicio de la Juez era éste: que fuesen los diablos a volver el alma al cuerpo donde la habían encontrado para que después el peregrino se pudiera salvar. Este juicio luego fue cumplido y el peregrino muerto fue resucitado, por lo cual daba gracias a Dios. Pero nunca le fue restituido aquello que se había cortado; así que nunca tuvo ni la capacidad ni la tentación de repetir su pecado.






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