Un monje , prior de Salas fue falsamente acusado de acuñar dinero. Don Fernando, príncipe y abad de Monte-Aragón, ordenó que fuera arrestado.
El monje huyó a una iglesia pensando que encontraría refugio allí. Pero el abad le ordenó que saliera y lo hizo secuestrar y sacar por la fuerza del cementerio.
La estatua de la Virgen estaba tan enojada que emitió un fuerte grito y empujó al santo niño lejos de ella.
Las estatuas de madre e hijo también se pusieron pálidas. Cuando el abad escuchó las noticias, ordenó al monje que regresara. Para hacer las paces, él y sus hombres entraron a la iglesia con cuerdas alrededor de sus cuellos.
El obispo de Huesca vino a Salas y corrigió el mal hecho a la Virgen. Como una señal de que había perdonado el hecho, volvió a abrochar a su hijo, pero nunca recuperó su color anterior y tampoco lo hizo su hijo.
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