martes, 4 de diciembre de 2018

185 Cantigas de Santa María.



El castillo de Chincolla, en el reino de Jaén, estaba en manos de un castellano que lo mantenía bien, pero se había vuelto imprudente. Se entabló amistad con el castellano morisco de Bélmez. El traidor moro le dijo al rey de Granada que podía tomar el castillo de Chincolla. El rey de Granada le preguntó cómo se podía lograr esto. El castellano de Bélmez respondió que podía capturar al castellano de Chincolla mientras conversaba con él. El rey le dio permiso para hacerlo; amenazó con matarlo si estaba mintiendo, y le prometió recompensarlo si capturaba el castillo.
El moro se fue a Chincolla. Le pidió al castellano que saliera y firmara un pacto con él. El desprevenido castellano salió con dos escuderos. Le dijeron que temían que el moro lo traicionara. Los escuderos, acompañando a su señor desarmado, estaban tan aterrorizados que corrieron y se escondieron en el castillo.
El castellano, sin embargo, no se retiró, sino que cruzó el río para encontrarse con el moro. Cuando se acercó, el moro lo capturó y lo llevó al rey de Granada. El rey le preguntó al castellano sobre el castillo y le dijo que lo decapitaría si mentía. El castellano le informó que quince hombres hambrientos lo retenían.
El rey de Granada inmediatamente reunió a sus tropas y se dirigió al castillo. Forzó al castellano a exigir su rendición, pero los defensores se negaron a ceder. El rey de Granada lanzó un ataque con voleas de flechas y piedras.
Los defensores tomaron la estatua de la Virgen de la capilla y la colocaron en las murallas. Rezaron a la Virgen para que defendiera el castillo de los infieles moros. Dejaron allí la estatua y todos los atacantes se retiraron.
Tres moros negros, que habían entrado en el castillo, fueron arrojados a la muerte desde lo alto de la pared. El rey de Granada decidió no ir contra la Virgen. Él ordenó que las trompetas fueran tocadas y las tropas se retiraran.





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