la llanura castellana y el flamenco... (Igor Strawinsky)
I . CASTILLA
Estaba echado yo en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.
Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.
Pensé arrancarme el corazón, y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno;
a ver si con romperlo y son sembrarlo,
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.
II. EL FLAMENCO
La razón del uso de la palabra flamenco, aplicada a los cantes y bailes de Andalucía, ha sido estudiosamente investigada por multitud de eruditos. Y las conclusiones son múltiples y diversas.
Así, se ha asegurado que "flamenco" es una corrupción del árabe "felag-mengu" (labrador huido). Otros especialistas afirman que fue la esbelta silueta, larga de pierna y sucinta de talle, de los cantaores de los siglos XVIII y XIX -por alguna forma comparable a la zancuda flamenca-, la que le dio origen. También se ha dicho que de las propias características del canto -ardiente, vívido, flameante- le proviene el nombre.
Desde un principio, al origen de los cantes flamencos se le han atribuido tres influencias germinales: la árabe, la hebrea y la gitana. Así, Medina Azara proclama como procedentes de la liturgia semita a cantes fundamentales del flamenco, desde la siguiriya y la saeta hasta el fandango. Mucho antes, Pedrell había creído encontrar antecedentes judíos en el martinete
. En cuanto a las presuntas raíces gitanas, sus defensores no se han andado por las ramas, y nada menos que a la debla, a la caña, a la siguiriya, a la toná, al polo, a la soleá, al corrido, al martinete y a otros cantes más les han atribuído ascendencia calé. Hoy en día, el primigenio origen hebreo de algunos cantes está muy discutido y puesto en "tela de juicio", y en algún caso -García Matos, en el Anuario Musical del Instituto Español de Musicología- se ofrecen pruebas suficientes para la negación rotunda.
Blas Infante, en su gran libro Orígenes de lo flamenco y secreto del cante jondo dice que, cuando los moriscos son expulsados de sus hogares y encuentran en las tierras andaluzas un medio de legalizar su existencia, evitando la muerte o la expulsión reiterada, son los gitanos, hospitalarios, errabundos y hermanos de todos los perseguidos, quienes los acogen. El mismo autor afirma: "a bandadas ingresaban aquellos moriscos, los últimos descendientes de aquellos hombres venidos de las culturas más bellas del mundo, ahora labradores huidos (felah-mengu)". Es con los gitanos donde encuentran el modo de librarse de la esclavitud y la muerte, y es ahí mismo donde podrán practicar sus ceremonias sin riesgos a ser delatados y donde, según Infante, el flamenco empieza a germinar.
Se cree que los gitanos llegaron del norte de la India (con un cultura anterior en tres milenios a la era cristiana), de una región que actualmente pertenece a Pakistán y se habría llamado Sid, aunque sobre el origen de este pueblo se han elaborado muchas teorías. De allí los gitanos partieron a Egipto, de donde luego de un tiempo también fueron expulsados. Luego, algunos autores hablan de que los gitanos pasaron a Checoslovaquia , otros hablan de Armenia, o Turquía; lo cierto es que para ese entonces ya se los confundía con inmigrantes de Egipto y de allí provendría el término "egipcianos", luego "gitanos" o "gypsies". Se dice que a sí mismos se llamaban en lengua Kaló -un dialecto indio maharata- ( para otros en lengua romaní), Ruma Calk, que significaría "hombre de los llanos" o "corredor de los llanos". También se dice que se llamaban a sí mismos el pueblo rhom, romaní, rroomanò thèm, romà o romi, que significaría "hombre que hace música". Al parecer en alguna parte de la Europa oriental se habría dividido el pueblo en tres grupos que se repartieron por todo territorio europeo.
Según algunos documentos, en 1425, a través de los Pirineos, dos gitanos llegados a la actual Barcelona, habrían solicitado una cédula de paso que fue entregada por el rey Juan II de Aragón, para Juan y Tomás, quienes se hicieron llamar condes de Egipto Menor. Muchos de los gitanos que entraban desde Francia declaraban que iban en peregrinación a Santiago de Compostela y decían poseer títulos nobiliarios que en un primer momento les habrían abierto la entrada a España (todos las bandas de gitanos venían mandadas por un jefe que se hacía llamar conde o duque). Lo cierto es que más allá de las fechas o de las razones probables, los músicos errantes en eterno peregrinaje, se estaban acercando al destino que nos interesa, el sur de la Península Ibérica. Actualmente en Andalucía, el 22 de noviembre se celebra como "El día de los Gitanos Andaluces", en conmemoración del día de 1465 en que los gitanos entraron en la provincia. Pero evidentemente el destino no estaba bien emparentado con el pueblo rhom ya que poco tiempo después de su llegada a España cae el reino de Granada, en 1492 (año en que zarpaba una expedición al mando de un tal Colón que descubriría una India demasiado al oeste). A partir de ese momento, los monarcas españoles, los Reyes Católicos, inician una cruenta campaña de expulsión, que se ensaña especialmente contra los musulmanes, los judíos y los gitanos. Siglos de convivencia en armonía, entre gentes de muy diversos orígenes y costumbres iniciaban su caída. Y es que en sus mejores años Andalucía fue un mosaico de rostros e historias que convivían en un mismo territorio, con sus culturas y costumbres a cuestas, imbrincándose unas a otras sin perder su identidad. Luego de las leyes de expulsión, judíos, musulmanes y gitanos debieron resignar su antigua vida. Los gitanos que elegían quedarse debían aceptar las normas que imponían los nuevos monarcas: deberían olvidar sus costumbres nómades y conseguir un trabajo y una residencia fijas, debían dejar de utilizar su idioma que ya había contagiado con gran variedad de términos el castellano del sur de España (chaval, por ejemplo) y debieron soportar humillaciones e injusticias que en estos últimos años han empezado a ser admitidas por el gobierno.
Ya en el siglo XVI muchos murieron en las minas y la pobreza era crónica entre la minoría más importante de España. Pragmáticas de 1499 y de 1528 ordenan su destierro, y luego el rey Felipe III promulga ordenanzas que prometen la muerte si en seis meses no desaparecen del reino. Ya para este momento los gitanos tenían prohibido usar sus vestidos, sus oficios, sus nombres (Sindel pasa a ser Miguel; András, Andres) y su idioma.
En 1594 la Corte de Castilla propuso separar a los gitanos de las gitanas "con el fin de obtener la extinción de la raza". A partir de este momento las leyes que castigan ferozmente a los gitanos, sólo por ser gitanos, se suceden con una frecuencia aterradora y con penas cada vez más crueles. La historia de destierros forzosos, marginación, muerte, miseria, terror y maltratos volvía otra vez a ser moneda corriente para los rommys. La cuevas de Granada en el Sacromonte no son sólo un paseo turístico y exótico sino que fueron, y son, reductos cavados en la piedra viva donde vivieron los gitanos durante muchos años mientras las ciudades andaluzas florecían, las primitivas villas miseria de entonces. En esas cuevas, cientos de judíos, musulmanes y gitanos paganos se refugiaron huyendo de las reconversiones forzosas de la Iglesia y el gobierno. La música y los ritos de su gente se fueron acotando a un reducido, temeroso y secreto reducto donde sólo las familias podían acceder para descargar su miedo, su ira y su pena. Quizás fue en estas miserables condiciones de vida que las culturas musicales empezaron a fusionarse hasta que al día de hoy se han convertido en un mismo sentir. Los gitanos tocaban, bailaban y cantaban en las fiestas de los ricos y en sus canciones en idiomas ininteligibles para la gran audiencia, comenzaban a denunciar las penurias de su clase: estaba naciendo el Flamenco. Los barrios gitanos empezaban a ser la cuna donde se mecía un arte que llegaría a ser muy grande. A nivel musical, Andalucía le había ofrecido a los gitanos una región efervescente de músicas, estilos y culturas que habían florecido en sus tierras trayendo aires de todo el mundo conocido hasta entonces. También sería esta tierra testigo de los martirios del pueblo gitano, que serían calcados en las letras de sus canciones. Los gitanos le devolvieron al folclore andaluz una de las músicas más inspiradas y bellas de su historia, y Andalucía la adoptó, no sin recelo en un primer momento, hasta que luego también los no gitanos, los payos, empezaron a sentir y a crear flamenco, con pasión y talento. Hoy día payos y gitanos interpretan, crean y recrean una música que sobrepasó las fronteras raciales y se hizo portavoz de todo un pueblo. Se dice que en Andalucía "no se sabe dónde acaba lo gitano y dónde empieza lo andaluz".
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