Cuando
puedo conversar con un amigo
sentados
a la mesa sin horario,
entre
los dos el mate repetido
y
el cenicero soportando agravios,
en
su oreja redonda, sin oido
por
culpa del tabaco o por ser sabio
cuando
puedo conversar con un amigo
siento
que el corazón canta en mis labios...
Todo
se mezcla, la sonrisa, el humo,
la
luz en la ventana y el sonido
de
algún gorrión que canta por el patio,
un
tren que pasa, palomas y niños,
todo
se mezcla, nada está vacío,
porque
puedo conversar con un amigo...
Suele
venir a veces, no lo invito;
invitar
un amigo es como echarlo;
el
viene cuando quiere y cuando llega
el
calor de mi hogar corre a abrazarlo,
pero
mi amigo sabe que mi casa
es
digna de respeto al cobijarlo,
por
eso a veces llora cuando lloro,
pero
no ríe así nomás por algo
que
a mí me cause gracia o que yo diga
solo
por conformar mi ego de humano;
sabe
que la obsecuencia causa intriga
y
en la amistad no encaja lo profano.
Cuando
puedo conversar con ese amigo
siento
que cabe el sol en una mano...
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