Dos monjes, cansados de vivir bajo las estrictas reglas de su orden, abandonaron su monasterio por un día.
Pasaron el tiempo caminando por las orillas de un río, charlando, riendo y riendo. Mientras caminaban, vieron un pequeño bote lleno de hombres que bajaban el río.
Los monjes tenían curiosidad y les preguntaron a los hombres quiénes eran. Uno de ellos explicó que él y sus compañeros eran demonios disfrazados de hombres, que se llevaban el alma de un funcionario ("un alguazil") de Ebrón.
Los monjes le pidieron a la Virgen que los protegiera de los demonios. Los demonios dijeron que si los monjes no lo hubieran hecho, los habrían llevado al infierno porque habían abandonado su monasterio.
Cuando los monjes oyeron esto, se apresuraron a regresar al monasterio, confesaron y fueron perdonados.
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