Como un buen religioso fue a ver la iglesia donde yacía San Agustín, y allí, de noche, vio a Santa María y grandes coros de ángeles que cantaban ante ella.
"Ved a quien se aparece la Madre de Jesucristo: a quien merece su favor y el de su Hijo."
Voy a contaros, sobre esto, un muy hermoso milagro que hizo Santa María por un buen religioso, siempre dispuesto a servirla, que llevaba una vida recta y libre de insensateces.
Había nacido en una tierra que hoy se llama Canterbury, rico y productiva, y allí vivió siempre sirviendo a la Gloriosa que nunca nos abandona.
Un día púsose en camino para ver el sepulcro de San Agustín; ya en la iglesia, acóstose súbitamente ante la capilla de la Virgen que es luz del cielo.
Acostado así en la noche, llegaron muchos santos con la Virgen gloriosa entonando muy dulces cánticos; todos ellos, no se cuántos, cantaban en loor de Santa María, su bondad y su generosidad.
Cantaban una estrofa en la que se dice cómo son honradas y coronadas en los cielos al almas de quienes han recorrido los caminos de Dios y sufrido la muerte por Él, renegando del demonio.
Y cantaban las vírgenes también ante Santa María; una de ellas decía a las otras: "Amigas, cantemos muy bien ante Ésta que nos guía y cuya gran hermosura resplandece más que el sol."
El buen hombre vio todo esto y alabó por ello a Dios y a su Madre, que es Señora de las señores.
sta entonces había sido hombre de buenas costumbres, otras aún mejores adquirió en adelante y en una santa vejez expiró.
Y su alma fue derechamente a la presencia de Dios, tal como predijo Jesucristo, que nunca mintió ni miente; que a quienes le sirvieren nunca les faltará nada de los bienes del paraíso, que les corresponde.
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