viernes, 10 de septiembre de 2021

292 Cantigas de Santa María



 

   

 Cómo el Rey Don Fernando se apareció en sueños al tesorero de Sevilla para que encargase a maese Jorge que quitase de su dedo un anillo y lo pusiese en el de la imagen de Santa María. "La Virgen, Señora del espíritu, demuestra mucha lealtad hacia quien le es siempre leal." 
 Y, en relación con esto, os diré cómo una vez hizo un gran milagro la Virgen Santa María por el buen rey Don Fernando, dechado de gloria, de fuerza y de generosidad y de todo bien, sin tacha. Por cuanto aprendí de él, nadie pudo tener mejores prendas y costumbres que las suyas, y como él mismo me dijo, amaba a Santa María, la Señora que puede y vale, por encima de cualquier otra cosa. Si él le fue leal, la halló tal leal también que siempre le ayudó en todas sus empresas, de modo que logró coronarlas, y si obró bien con Ella, bien lo recompensó, permitiéndole acabar en este mundo cuanto se propuso y morir honrosamente, seguro de que iría al paraíso, donde está San Dionisio, y de que allí la vería, lo mismo que a su Hijo, sus dos lealtades correspondidas, pues él siempre sirvió a la Virgen y la supo loar, y cuando conquistaba a los moros alguna ciudad, ponía su imagen en la puerta de la mezquita. Y lo mismo hizo cuando le llegó la muerte, que ningún otro rey pudo sufrir por mejor causa. Por eso, su hijo, el nuevo rey, decidió enterrarlo en Sevilla, rica ciudad que Don Fernando ganó a los musulmanes. Una vez sepultado allí, como se verá, el Hijo de la Santa Emperatriz hizo y sigue haciendo muchos milagros por él: más tarde, los restos de su esposa, Beatriz, serían llevados también allí, al sur de Despeñaperros, por el hijo de ambos, el rey Don Alfonso, que hizo construir para ellos una muy rica y costosa sepultura, con estatuas, donde albergar sus huesos, en el caso de encontrar sus cuerpos deshechos, pero no ocurrió así, sino que los hallaron incorruptos, lo mismo el de Don Fernando que el de su esposa, pues Dios no quiso que se corrompiesen, porque ambos le eran bienquistos, como lo fueran San Marcos y San Mateo de la Virgen, luz del mundo. 
Esto se vio cuando Alfonso hizo traer el cuerpo de su madre desde Burgos a Sevilla, cabe el Guadalquivir, para sepultarla con su esposo en sendos sepulcros monumentales ricamente labrados, con sus blasones. Hecho esto, el Rey, acertadamente, hizo poner una estatua de su padre entronizado, como convenía, sosteniendo en la diestra la espada con que hirió mortalmente al mahometano. El suntuoso lugar en que se halla la estatua del rey Don Fernando y la dignidad de éste hacen que todo aquel que lo contemple diga, de buena fe, que le parece más noble que si fuera de cristal de roca. En el dedo de aquella estatua había colocado el Rey, su hijo, un anillo de oro con una piedra preciosa, me consta: y voy a contaros un hecho maravilloso que, en relación con esto, realizó Aquel que nació en Navidad; hizo aparecerse en sueños al rey Don Fernando al que había hecho el anillo, diciéndole: "No quiero tener conmigo este anillo, sino que se lo des en ofrenda a la imagen de la Virgen vestida de fino lino, así que vente de Toledo y, mañana mismo, di a mi hijo que traslade esa imagen de Santa María adonde está la mía, y pues no es justo que esté a su mismo nivel, pongan la mía de rodillas, pásenle mi anillo, pues a Ella y a su divino Hijo debo yo mi reino y soy su servidor, ya que fui armado caballero suyo en el real monasterio de Burgos (Las Huelgas)"
 Maese Jorge llamábase quien esto soñó: saltó del lecho y partió hacia la iglesia. Tanto insistió al llegar que el propio tesorero le abrió las puertas, que eran de oro, sí. Fueron a ver la estatua, que mucho gustaba al tesorero, y al ver la sortija sobre el dedo exclamó con gran temor y asombro "¡Ay, Señor! ¿Quién tocaría este anillo? Si supiese quién lo hizo." Maese Jorge dijo: "Yo hice toda esta obra, incluído el anillo del rey." Y el tesorero se lo dio diciendo: "¡Qué maravilla: cómo le sale del dedo!" Replicole el maestro: "No os extrañe, vereis lo que he soñado insistentemente esta noche." Y le contó el sueño que había tenido, tal como os lo he contado, sin falseamientos. Y ambos fueron a informar de todo al Rey, que se sintió muy complacido, y luego al arzobispo, que alegróse igualmente de lo sucedido. Y loaron mucho al rey Don Fernando porque Dios nunca descuida a sus servidores y hace muy hermosos milagros por ellos.











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